Cómics

Marioneta y mimo

  • El trabajo visual en 'El reloj del juicio final', apoyado en un 'storytelling' tan reconocible como el de 'Watchmen', es consistente, y no se puede negar que Johns lo ha dado todo

El Superman de 'El reloj del juicio final'.

El Superman de 'El reloj del juicio final'.

No es verdad que El reloj del juicio final, la continuación de Watchmen pergeñada por Geoff Johns y Gary Frank, sea un trabajo, a priori, innecesario que ponga de manifiesto la carencia de ideas por parte de la editorial de Superman (reflexión que se puede extender a las miniseries agrupadas bajo la etiqueta Antes de Watchmen o al Watchmen de HBO).

Según esto, qué se yo, la saga de Spiderman se habría debido terminar con la marcha de Steve Ditko, habría que quemar el Conan de Roy Thomas o la Cosa del Pantano del propio Alan Moore sería igualmente prescindible.

Desde tiempo inmemorial, la cultura popular se ha apropiado de los motivos culturales y los ha actualizado, ampliado y variado hasta la saciedad, y, en el camino, ha ido dejando numerosísimas obras maestras en todos los ámbitos artísticos. Otra cosa es si lo de Johns y Frank tiene suficiente calidad como para tomarse la molestia. Y bueno, un mínimo sí tiene: el trabajo visual, apoyado en un storytelling tan reconocible como el de Watchmen, es cuidado y consistente, y no se puede negar que Johns lo ha dado todo. Aunque también es cierto que lo primero peca de monótono y previsible, siendo su principal móvil la imitación, y que lo segundo se mueve dentro de los límites de la estrecha imaginación de un fanboy. Tampoco se le pueden pedir peras al olmo.El resultado, insisto, no es un tebeo innecesario a priori, pero tampoco resulta necesario a posteriori, es un cohete que aspiraba a los cielos y ha dado para iluminar el cielo con el breve estallido de los fuegos artificiales. La historia esta de Superman contra el Dr. Manhattan, o la enésima afirmación de Superman como ombligo narrativo del mundo (cosa que ya contó, y mucho mejor, Grant Morrison en dos obras capitales como son All Star Superman y Superman Beyond), le quedaría de por sí grande a Johns, cuánto más si le sumamos su intención no sólo de completar el argumento de una de las cumbres del género de superhéroes, sino de jugar en la misma liga que ella. Recuerdo que, de niño, disfruté de lo lindo viendo 2010: Odisea dos en el cine, pero la distancia artística con 2001: Una odisea en el espacio es tan abismal que no caben las comparaciones. Lo mismo sucede con El reloj del juicio final y Watchmen, es mejor colocarlas en estanterías separadas.

Dicho esto, ¿tiene algún interés la secuela (palabra, esta, bien escogida para la ocasión)? En lo que a Frank compete, personalmente, no tengo nada que reprochar, es un tipo sólido que me encanta y que se encarga aquí de que el tren nunca descarrile del todo. En cuanto al inventor de Marioneta y Mimo, los dos protagonistas del evento, si a usted le gustan Crisis infinitas, Flashpoint, DC: Rebirth y todo este entramado grotesco, grave y confuso que viene siendo su visión del tejido del universo DC, pues no se corte, seguro que esto otro le entretiene. Sea como sea, y por no acabar con el recurso fácil de recomendarles Watchmen, aprovecho para recordarles que hoy es un día tan bueno como cualquier otro para releerse DC: La nueva frontera.

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