En 1980, el índice de envejecimiento en la provincia de Almería, es decir, el número de personas mayores de 65 años por cada cien personas menores de 15 años, era de 35.9. Sin embargo, en un lapso de cuatro décadas, se ha operado un cambio demográfico drástico, llevando a Almería a una realidad donde la cantidad de jóvenes se equipara a la de personas mayores, elevando el índice de envejecimiento a 95.3 (es decir, 95.3 mayores de 65 años por cada 100 menores de 15 años). Este giro en la estructura demográfica plantea cuestiones relevantes sobre el equilibrio entre generaciones y sus implicaciones en la sociedad actual y futura.

En aquel año de 1980, se evidenciaba un perfil demográfico donde el 31.1% de la población almeriense era menor de 16 años, el 58.5% se hallaba en la franja de edad entre 16 y 64 años, y un 10.4% eran mayores de 65 años. No obstante, para el año 2022, observamos un cambio notable en esta distribución.

El número de almerienses menores de 16 años ha experimentado una marcada disminución, representando ahora tan solo un 17.9% de la población. Por otro lado, el porcentaje de ciudadanos entre 16 y 64 años ha experimentado un aumento considerable, llegando al 66.35%. Además, el porcentaje de personas con más de 65 años se ha elevado de manera significativa, alcanzando un 15.9%. Estos cambios demográficos plantean desafíos cruciales en términos de servicios de salud, políticas de bienestar y proyecciones económicas.

La pirámide de población cambia

Al observar la evolución de la pirámide poblacional a lo largo del tiempo, se pueden identificar cambios notables en los patrones de edad que han ido transformándose. En la década de los ochenta, el grupo de edad con mayor representación en la provincia se situaba entre los 10 y 14 años, con un 5.5% de hombres y un 4.8% de mujeres.

En contraposición, en la actualidad, el segmento de 35 a 39 años es el que alberga a más almerienses, representando un 4.2% de los hombres de todas las edades y un 4.0% de mujeres. Estos cambios reflejan transformaciones en la dinámica poblacional y, por ende, tienen implicaciones en aspectos económicos, sociales y de planificación gubernamental. En resumen, estos datos demográficos instan a una cuidadosa reflexión sobre cómo adaptar la infraestructura y los servicios para atender las necesidades de una población en constante transformación, reconociendo la importancia de abordar estos desafíos desde una perspectiva integral y colaborativa.