En busca del vikingo negro | Crítica

Los viajeros del norte

  • Nórdica edita 'En busca del vikingo negro', ensayo del filólogo islandés Bergsveinn Birgisson, descendiente remoto de Geirmundur Piel Negra, en cuyas páginas trata de desvelar las razones que condujeron al olvido de su antepasado

Imagen del filólogo islandés Bergsveinn Birgisson

Imagen del filólogo islandés Bergsveinn Birgisson

En busca del vikingo negro es un libro de carácter especulativo, un argumentum en palabras del autor, cuya finalidad es la de rescatar la figura de Geirmundur Piel Negra, el Vikingo Negro, caudillo vinculado a la colonización de Islandia, tras la abrupta unificación noruega por parte de Haraldur de Hermosos Cabellos. Birgisson escoge la tradición nórdica que deriva el nombre de Islandia de los esclavos irlandeses huidos de los vikingos, y no de anterior presencia irlandesa y sus monjes navegantes, a los que perteneció san Brendan, Borondón o Barandán y su isla flotante. La época a la que se hace referencia, por otro lado, es aquella en que el historiador británico Fernández Armesto, en Los conquistadores del horizonte, ha llamado “La gran convergencia: el Ártico y el Atlántico” -siglos IX-XI-, refiriéndose a la posterior expansión hacia Groenlandia del colérico e inquieto Erik el Rojo, y la llegada de su hijo Leif Eirikssonn a Vinland, esto es, a la Terranova americana.

Piel Negra nace por los mismos días en que los vikingos saquean Sevilla, en tiempos de Abderramán II

Señalemos, para situar al lector, que es en las fechas próximas al nacimiento de Geirmundur Piel Negra (846 d. C.), cuando los vikingos devastan Sevilla durante tres días (octubre de 844), siendo emir Aberramán II. Cuando vuelvan tres lustros después, serían rechazados con éxito. Es un siglo después cuando las migraciones nórdicas proporcionarán una de las más célebres figuras del medievo bizantino, la Guardia Varega, compuesta por vikingos ya cristianizados, que garantizaron el poder imperial en Constantinopla hasta la llegada de Mehmet II. Es esta misma naturaleza errante de los pueblos nórdicos lo que Birgisson expone con detalle en esta obra, con la particularidad ya dicha. Particularidad que encierra un secreto -por qué el Vikingo Negro era “negro”-, y cuya explicación es la trama misma del comercio y el modo de vida de los pueblos hiperbóreos que aquí salen a contribución, a través de los vestigios literarios de que se disponen, y cuyo autor/compilador más célebre es, sin duda, Snorri Sturluson, quien escribe ya en el siglo XIII, en las estribaciones de la Edad Media. Según señala Birgisson, la negritud de Geirmundur Piel Negra era el fruto de la unión matrimonial de su padre, un rey noruego, con una princesa de Biarmaland, tierra muy al norte, cuya piel oscura y rasgos mongoles la convertían, no solo en una extraña, sino en algo distinto -y acaso de naturaleza superior, demoníaca- a lo meramente “humano”. Esta doble ligazón, comercial y mágica, es la que aventura Birgisson como causa de un matrimonio, y de una descendencia, fuera de lo común, donde la fealdad y la oscuridad de Geirmundur acaso pudieran interpretarse como las señales externas de una excepcionalidad interior.

Hay, en tal sentido, tres aspectos notables en esta búsqueda del Vikingo Negro. Una primera es la atención a la realidad comercial en la que se sustentan tanto la anómala figura de Piel Negra, como las incursiones, muy al norte, en la que los vikingos obtenían el material necesario para su navegación (piel de foca y de morsa para los cordajes, así como grasa animal, de propiedades aislantes). Una segunda, indisoluble de la primera, es el universo anímico en el que tales vínculos dinerarios se producen. A este respecto, Birgisson hace una oportuna digresión sobre la naturaleza hostil que acucia a los pueblos de vida parca y rudimentaria, sujeta a condiciones adversas, y sobre la idealización de esta imagen que se opera en pueblos más civilizados. De ahí colegirá Birgisson una tendencia a lo abstracto de los pueblos primitivos, originado en un terror al mundo circundante, que coincide con la famosa tesis de Worringer, Abstracción y Naturaleza; tesis de 1908 que Bianchi Bandinelli matizaría luego de algún modo, vinculando la abstracción, y el arte no figurativo, con las fuerzas irracionales que lo modulan.

Hay un interés añadido en esta obra de Birgisson y es la concepción y el desarrollo mismo de su conjetura, que se da contra dos escollos relevantes: contra la débil existencia documental de la figura glosada, y contra las convenciones de la erudición clásica que ha manejado Birgisson, y que le obligan a una minuciosa justificación, en la que el lector sale ganancioso. A este respecto, el carácter conjetural de En busca del vikingo negro, sin duda gratificante, será de naturaleza secundaria.

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