Azul, amarilla y roja

¿Tiene interés emplear un sistema parecido para manejarnos con determinados individuos

Quienes me conocen ya saben que soy poco futbolero. Sigo, eso sí, con pasión a un Almería que concede más pena que gloria en una temporada para el olvido. Pero con independencia de que les apasione más o menos el balompié habrán oído una noticia que corre últimamente por los mentideros deportivos. El año que viene se plantean añadir, a las tarjetas amarilla y roja, la de color azul.

Y me pregunto yo: ¿tendría interés en nuestra vida cotidiana emplear un sistema parecido para manejarnos con determinados individuos? Imaginemos un poco.

La tarjeta azul se trae al fútbol de un modo parecido a su homóloga en otros deportes. Servirá para sacar del campo durante un determinado tiempo a aquellos jugadores que protesten las decisiones arbitrales. En nuestro día a día creo que también sería muy útil disponer de una herramienta así. ¿Que hay alguien a tu alrededor que te protesta sin razón o participa de maliciosos comentarios contra ti? Pues le sacas la azul y lo echas fuera de tu vida una temporada. Después, si hay propósito de enmienda, lo vuelves a dejar entrar pero con la advertencia de que no te temblará el pulso para una amonestación más seria y definitiva.

La anterior cartulina es relativamente novedosa pero la amarilla es bien conocida por todos. Esta la podemos emplear como una advertencia, una llamada de atención para corregir comportamientos negativos antes de que escalen a algo más serio. En la vida, la tarjeta amarilla debería ser vista como una oportunidad para la reflexión, la autocrítica y el examen de conciencia. Cuanto más te quiera la persona que te saca amarilla más profundo debiera ser el análisis de las circunstancias que han llevado a esta situación.

Y en tercer lugar tendríamos la tarjeta roja. Esta se muestra como una medida disciplinaria extrema que resulta en la expulsión del jugador del campo. Aplicado a nuestra vida la roja representa las consecuencias de acciones inaceptables o tan dañinas que merecen el olvido perpetuo. Ya sea para contener comportamientos abusivos, irrespetuosos o destructivos la tarjeta roja es indispensable para proteger nuestra integridad personal.

Así que, a falta de un arbitro de la vida, debemos ser nosotros mismos los que pongamos orden en el juego diario. Azul para el fastidioso, amarilla para el listillo y roja para dañino. ¡Piiiip! Esta falta no la tengo clara. Revisa el VAR, medítala, pero no la dejes sin pitar.

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