La cuarta pared

La ciudad de la alegría

Focos de conflicto, pidiendo una prórroga para terminar de cerrar cuestiones de siglos pasados

Estamos a punto de completar el primer cuarto del siglo XXI. Y tras unas primeras décadas de búsqueda de un objetivo, parece asentarse y asumirse la idea de que este siglo ha encontrado su propio motivo para el ansiado cambio de paradigma. Atrás quedaron los siglos de la expansión por el mundo y la colonización, los siglos ilustrados, los de las revoluciones industriales, tecnológicas y digitales o el de la conquista del espacio. Cierto es que en todo se sigue avanzando a velocidad de vértigo, pero estos avances ya no suponen en sí mismos una revolución. Comenzándose a atisbar la madurez de nuestra era, el cambio de paradigma parece centrado en la consecución del objetivo global de conservación del medio y de un crecimiento sostenido y moderado en favor de un reparto más equitativo de los recursos. Sobre el papel suena muy bien, pero a la hora de la verdad, lograr este objetivo se antoja difícil y traumático, pues exige de una gran generosidad por parte de los más desfavorecidos en épocas pasadas y de un forzado cambio de sistema, de aquellos otros acostumbrados a crecer a velocidad exponencial con un modelo que les funcionaba muy bien. Ecologismo, sostenibilidad, huella de carbono, economía circular, resiliencia, cero emisiones, eficiencia energética, reciclaje y reutilización… Nuevos términos para un nuevo lenguaje con vocación de crear una nueva sociedad que acepte que el mundo ya no es el que era, ni lo volverá a ser.

Y mientras todo esto se fragua y se forja a todos los niveles, pues el nuevo orden mundial trabaja en ello día y noche para lograr esta transformación social, política y económica, se mantienen en el mundo focos de conflicto ajenos a todo este movimiento, como pidiendo una prórroga o un tiempo muerto para terminar de cerrar cuestiones de siglos pasados.

Parece mentira, pero en el mundo de hoy, existen más de 400 asentamientos y campamentos de refugiados desperdigados por el planeta, la mayor parte de ellos en África y Asia. Algunos de ellos con una población cercana al millón de habitantes, como el de Kutupalong en Bangladesh tienen problemas más acuciantes que enfrentar en el día a día que el de depositar las botellas de vidrio en el contenedor verde. A pesar de ello, desde 2019, cuenta con la mayor planta de gestión de residuos.

Al siglo le quedan aún algo más de 75 años. Esperemos que a parte lograr la descarbonización de la economía, seamos capaces de transformar esta dura realidad.

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