Onos quitamos de los telediarios (y demás informativos escritos, orales y virtuales) o se nos van a quitar hasta las ganas de comer y beber vino. Nos tienen amargados, desde los asuntos más o menos importantes, como el hundimiento de grandes ciudades chinas, hasta los más sangrantes como la guerras en Oriente Medio y en Ucrania. Asistimos todos impotentes a la matanza en Gaza y a las posibles expansiones del conflicto, que ya están empezando a producirse con las implicaciones de Irán, Hezbolá, Estados Unidos y aliados de ambos bandos. Lo peor es la actitud de Biden, que no solo no pone firme a su país tutelado, Israel, sino que le aporta armas y “consejos” a mansalva. Sin embargo, en el caso de la invasión rusa de Ucrania, donde el peligro de extensión de la guerra a Europa es mucho mayor, anda racaneando las ayudas militares y económicas. Y es que el lobby judío en EEUU es poderosísimo. Y, además, mientras que cinco miembros del Consejo de Seguridad –USA. Rusia, China, Francia y Reino Unido- tengan derecho de veto, estas barbaridades no hay quien las pare. La ONU no será plenamente útil hasta que cambie esa situación.

En otro nivel, más doméstico y mucho menos trágico, el citado hundimiento de las urbes chinas nos recuerda las barbaridades urbanísticas generalizadas que llevamos sufriendo en Almería desde principios de los sesenta. Hacer un catálogo de los destrozos sería un trabajazo. En varias escuelas de arquitectura se ha puesto a Almería como ejemplo de destrucción de centro urbano. Lo último ha sido una torre que se carga la vista de la plaza de toros desde la Avenida de Vilches. Más gordo es el “parque” de torres (van dos y quedan unas cuantas más) que han sustituido al toblerone y se cepillan la estación de 1893. Antes se cargaron vistas de la Alcazaba desde el puerto y el parque, y el propio ayuntamiento levantó unos pisillos en la calle del Arráez que también la tapan. Para qué hablar del Paseo: el primer edificio de once plantas se levantó a principios de los sesenta y no han parado desde entonces. Como decía Juan Goytisolo, ¿qué se hizo de aquel paseo con casas de dos o tres alturas, homogéneo, con el aire soleado y colonial?

Lo malo es que las preocupaciones afectan al tarro y al cuerpo físico. Y así, entre las angustias de las guerras y las nostalgias de la infancia, nos vamos a tener que ir yendo. A tomar unos vasos.

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